En la Francia de los años 50, entre la generación de jóvenes críticos que pronto daría el salto a la dirección bajo la etiqueta de Nouvelle Vague, el concepto de "política de los autores" nació como una reacción contra la manera convencional de entender el cine de Hollywood, que identificaba el film con un género, una productora y un intérprete. Con el tiempo, este sueño de la "autoría", terminó produciendo sus particulares monstruos. Así, en no pocas ocasiones, el actor quedó reducido al estatuto de objeto; o incluso de ganado, en la famosa frase atribuida a Hitchcock.
Sin embargo, las interpretaciones de algunos grandes actores –Cooper, Wayne, Grant, Stewart– revelan obsesiones temáticas y, casi siempre, una continuidad en el trabajo corporal y gestual que puede extenderse durante toda una filmografía. Así, las trayectorias de Cooper, Wayne o Stewart podrían analizarse bajo el mismo enfoque que se sigue al desentrañar la obra de Ingmar Bergman. Ideas como estas conforman la provocativa tesis que Luc Moullet defiende en un astuto y divertido ensayo para todos los públicos que se ha convertido en un auténtico clásico de la literatura cinéfila.