La política de Eltit se constituye en el diálogo con la cultura, la sociedad, sus mecanismos de control y sus figuras de agobio y resistencia. Asimismo, resulta relevante la noción de nomadismo que posee su escritura. Este constante desplazamiento, que inhabilita la noción de centro en su narrativa, es compartida con el protagonista de El Padre Mío. Igualmente,la autora señala haber establecido una filiación estética con el testimoniante, que la lleva a denominarlo “Padre” y a compartir sus palabras. Es precisamente aquella habla, lo que Eltit destaca como su posesión central: “tenía un habla […] poderosa, plagada de múltiples sentidos”, destacando que, “el leía […] la relación entre dinero y exterminio. Leía con una loca y, a la vez, lúcida exactitud la historia del mundo, y leía a Chile en particular. Pensé en cómo respetarlo”. Han transcurrido casi treinta años desde la publicación del volumen y Eltit sostiene lo planteado en la primera edición de su libro, el respeto hacia aquel hombre capaz de leer, de un modo visionario, la relación entre el dinero y el exterminio. Digo visionario, porque esta relación es central en la corrupción política y social por la que pasa hoy nuestro país. Por lo mismo, las palabras de Eltit recordando el discurso del Padre Mío cobran una vigencia insoslayable: “[el Padre Mío] sigue y seguirá hablando de lo que no se puede dejar de denunciar porfiadamente ante el mundo como él lo hace de manera magistral, que los bancos, los intereses, las armas y el exterminio están allí, siempre, imperturbables”.
Patricia Espinosa