Una prístina exaltación lírica y pensamientos de subyugante singularidad, semejantes al profético primer Zaratustra del poeta Nietzsche, sostienen y elevan, en este primordial y resplandeciente Rilke, un canto grávido y fervoroso que ya preludia el jubiloso himno que celebrará, más tarde, la boda de su existencia con el mundo.
Marceclo Masola