Incluso en las escuelas ya no se sabe estimular de otra manera el pensamiento de los niños si no es invitándolos a tomar partido a favor o en contra de algo. Se cita la frase de un gran autor y se les dice: “¿Están de acuerdo o no? Desarrollen sus argumentos”. Los desgraciados, en el examen, deben terminar su exposición al cabo de tres horas, pero no pueden dedicar más de cinco minutos a preguntarse si están de acuerdo. Cuánto más fácil sería decirles: “Mediten sobre este texto y expresen las reflexiones que les lleguen al espíritu”.
Casi por todas partes, e incluso a veces por problemas puramente técnicos, la operación de tomar partido, de tomar posición a favor o en contra, ha sustituido a la obligación de pensar. Es una lepra que ha tenido origen en los ambientes políticos y se ha extendido, a través de todo el país, casi a la totalidad del pensamiento. Es dudoso que se pueda remediar esta lepra que nos mata si no se comienza por suprimir los partidos políticos.
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