La influencia de Las mil y una noches es innegable. Numerosos autores optaron por rendirle tributo, aunque algunos también recurrieron a cierta burla hacia la obra y su traducción. Otros, en cambio, aprovecharon su popularidad para introducir de manera velada críticas políticas o sociales, o para enaltecer ciertos elementos como la ciencia.
Twain no fue ajeno a este fenómeno, pero le dio un giro. Como varios de sus contemporáneos, la transformó en materia prima para una reflexión que también dialoga con el contexto de su época. En este sentido, 1002, un cuento oriental comparte un espíritu y se inscribe en una larga tradición del siglo XIX: la parodia, especialmente, la reimaginación humorística. Twain, en su particular estilo, no solo homenajea este clásico universal, sino que lo subvierte, lo caricaturiza y lo transforma en una sátira que discute con las versiones pomposas y eruditas de su tiempo, así como con la fascinación occidental por Oriente.